El laberinto de los judíos argentinos

José Steinsleger
(La Jornada)

Es un símbolo muy importante, especialmente trabajando en Educación. Ella tenía sueños, sabía lo que quería, escribía sobre lo que quería y esos sueños quedaron truncos en gran parte por una dirigencia que no fue capaz de unir y llevar paz a un mundo que promovía la intolerancia.

Las palabras del ministro de Educación argentino Esteban Bullrich tuvieron lugar en Ámsterdam, con motivo de la visita del presidente Mauricio Macri a los Países Bajos, en marzo pasado. Ella era la niña Ana Frank (víctima del nazismo), en tanto la dirigencia incapaz de unir habría sido, según el funcionario, la liderada por Adolf Hitler...

¿Hubo alguna objeción por parte de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), entidad que desde 1935 agrupa políticamente a las comunidades judías argentinas, y que en sus estatutos asegura dedicarse a la lucha contra toda forma de discriminación? Ninguna.

Dos meses después, en Buenos Aires, Angela Merkel visitó la famosa Sinagoga de la Congregación Israelita, ubicada en la céntrica calle Libertad. Y allí, la canciller y líder de la Unión Europea habló de trazar un puente entre Argentina y Alemania, cuyo gobierno colaboró en la restauración del órgano de la sinagoga, donado por su país en el emblemático año de 1933.

Eufórico, el diputado macrista Eduardo Amadeo manifestó en un tuit que la presencia de Merkel en el templo demostraba cómo es posible y esencial la reconciliación… (sic). En las redes sociales, el repudio se tornó viral, y muchos se preguntaron si todos los alemanes fueran nazis, o si la comunidad judía se había reconciliado con los genocidas. ¿Algún comentario de la DAIA? Ídem anterior.

Tercer botón de muestra. En días pasados, la Dirección Nacional Electoral anunció que el mi­núsculo partido Bandera Vecinal, liderado por Alejandro Biondini (conocido por reivindicar a Hitler y el nazismo), recibirá del Estado más de un millón de dólares para imprimir sus boletas de candidatos a diputados y senadores nacionales por la provincia de Buenos Aires. O sea, un monto igual al que percibirán, juntos, los tres partidos principales de la oposición, y el oficialista Cambiemos. ¿La DAIA dijo pío?

En el pasteurizado mundillo político de Macri todo es posible: un ministro de Educación ignorante, un diputado supuestamente confundido, un político nazi y democrático, o una entidad comunitaria alineada con una embajada extranjera, y que imagina representar la voluntad política de los 300 mil ciudadanos judíos que viven en su país, Argentina.

La hipocresía de Bullrich sorprendió a pocos. El convenio de cooperación con la Casa de Ana Frank (por el cual se enseñará y distribuirá en Argentina el famoso Diario de la niña alemana) omitía que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner había suscrito en 2009 un acuerdo similar con esa institución. Cosa que al asumir la cartera, el propio Bullrich discontinuó.

Asimismo, el comentario del diputado Amadeo coincidía (y no casualmente) con la insidiosa campaña mediática de reconciliación con los genocidas. En este sentido, el nombramiento de Carlos Rosenkranz, primer juez judío de la Corte Suprema (impuesto por el macrismo) pegó fuerte, pues se trata de un magistrado simpatizante del partido ultraderechista israelí Likud, y activo partidario del beneficio del 2x1 (dos años de detención por uno) a los sentenciados por delitos de lesa humanidad.

El sociólogo Jorge Elbaum, ex director ejecutivo de la DAIA, lamenta que esta institución se encuentre hoy extraviada en su tarea de confundir a la sociedad argentina. Elbaum puso de ejemplo el comunicado de la DAIA, cuando Cristina Fernández de Kirchner recomendó a los jóvenes leer El mercader de Venecia, para entender a los fondos buitres de Wall Street, y en particular al tenebroso usurero Paul Singer.

Para la DAIA, la obra de Shakespeare tendría connotaciones profundamente antisemitas, y su recomendación genera justificada inquietud y preocupación en la comunidad judía argentina. Pero Elbaum recordó que Habima, la Compañía Nacional de Teatro del Estado judío, llevaba cinco años montando la obra del bardo inglés, “…con 150 presentaciones en Israel y con giras por Europa durante los años 2012 y 2013”. De haberse enterado de estas presentaciones –apunta– la DAIA habría acusado a la Compañía Habima por difundir material discriminatorio.

Elbaum sostiene que las mutaciones de lo judío en Argentina se iniciaron en los años de 1960 y 1970, “…cuando lo hebreo dejó de ubicarse en los márgenes de la humanidad para iniciar su camino hacia los centros de poder internacional, y de poder local”.

Agrega: en los años 90, algunos judíos tuvieron la posibilidad de ser parte del Jockey Club, la misma casa que los excluyó y los humilló durante décadas, entremezclándose con castas oligárquicas ultramontanas que siguen creyendo en el deicidio, a más de un creciente racismo hacia todo lo que huela a sectores populares.


La injerencia de la ultraderecha israelí en Argentina empezó con el atentado dinamitero contra la embajada de Tel Aviv en Buenos Aires (17 de marzo de 1992, 22 muertos, 242 heridos), y abrió su filial el día en que otro bombazo redujo a escombros el edificio de la Asociación Mutual Israelita (AMIA), en el centro de la capital porteña (18 de julio de 1994, 85 muertos, 242 heridos).

A 25 y 23 años de los hechos, nadie sabe (empezando por la justicia argentina), quiénes fueron los planificadores, ejecutantes y cómplices de ambos atentados. Sólo hay conjeturas. Empero, curiosamente, parecería que tampoco nadie puede atreverse a dudar de la versión única y excluyente del Mossad. Que, como no, acusó sin prueba alguna a la República Islámica de Irán. Y el que disienta, corre peligro de incurrir en antisemitismo.

Con todo, en la búsqueda de la verdad aparecieron investigadores, analistas y agrupaciones de argentinos judíos (Memoria Activa, 16J, Apemia), que no se cruzaron de brazos. Por ejemplo, el ex titular de la Delegación de Asociaciones Israelitas (DAIA) Jorge Elbaum, asegura que las relaciones carnales con Washington (de las que se ufanaba el gobierno de Carlos Menem), permitieron que Tel Aviv responsabilice a Irán de los atentados.

Elbaum dice que desde el primer momento, la causa AMIA se empantanó con la implantación de pistas falsas, y el posterior juicio por encubrimiento a Rubén Beraja (entonces director de la DAIA), el juez Juan José Galeano, el Servicio de Inteligencia de Menem (SIDE) y el comisario Jorge Fino Palacios (jefe de la Policía Metropolitana de Buenos Aires), acusado de escuchas telefónicas ilegales a familiares de los muertos en la AMIA.

“El atentado –añade– fue puesto al servicio de exigencias foráneas desligadas de la investigación jurídica local, sirviendo de furgón de cola de las derechas nativas. Así, el conflicto de Medio Oriente se exportó a la Argentina, imponiendo la agenda del primer ministro Bibi Nethanyaju y el partido ultraderechista Likud, consistente en la defensa de su política colonial y la continuidad de la ocupación de Palestina”.

Elbaum asegura que el atentado a la AMIA se utilizó para saldar oscuras negociaciones de la élite judía por la venta de armas, triangulaciones de pertrechos militares, y sombrías vinculaciones entre servicios de seguridad nacionales y extranjeros. Tal fue el caso de la muerte del fiscal Alberto Nisman, quien fingía dedicarse a la investigación de la tragedia, mientras trataba con las fuerzas que le declararon la guerra política a Cristina Fernández de Kirchner, y los gobiernos progresistas de América Latina.

En ese sentido, es importante recordar las presiones que recibió Nisman para ampliar a la ex presidenta, el cargo de traición a la patria entablado contra su canciller (Héctor Timerman), a raíz del memorándum de entendimiento con Irán. Iniciativa que pretendía lograr las declaraciones testimoniales de los acusados del país persa, para efectivizar el juicio del atentado a la AMIA.

Así las cosas, el funcionario de la DAIA Jorge Knoblovits celebró a mediados de 2015 una conferencia conjunta con el terrorista cubano y agente de la CIA Carlos Alberto Montaner, en el Beth Torah Benny Rock Campus. Un templo confesional de Miami vinculado a la llamada Liga Antidifamación (Anti-Defamation League), lobby plutocrático de la ultraderecha israelí en Wall Street, y el Congreso de Estados Unidos.

En la conferencia, Knoblovits y el todo terreno Montaner asociaron a Nisman con el golpista venezolano Leopoldo López, tratando a ambos como patriotas víctimas del populismo latinoamericano. De paso, transmitieron la supuesta responsabilidad del gobierno de Cristina en el asesinato del fiscal Nisman (nunca aclarado), al tiempo de deslegitimar al candidato oficial a la presidencia Daniel Scioli, para contribuir a la victoria de Mauricio Macri.

Con Macri, la DAIA y la AMIA sentaron sus reales. Y para ello, los simpatizantes argentinos del Likud son asesorados por el siniestro diputado Waldo Wolff, quien a más de figurar en los Panama Papers fue uno de los que, con el apoyo de los diarios Clarín y La Nación, difamó al juez Daniel Rafecas por haber desestimado en dos ocasiones los dictámenes sobre el asesinato de Nisman.

Como fuere, Wolff urdió las cosas para que el fiscal fuera enterrado en el cementerio judío de La Tablada, en un lugar de privilegio. Una disposición que la tradición niega a sus fieles, pues el suicida judío no puede ser inhumado en dicho perímetro, y la justicia aún no ha fallado sobre las causas del deceso. Fuera de eso, Wolff opera como representante de la dirección de cooperación de defensa internacional que SIBAT, entidad que reúne a la totalidad de las empresas de seguridad pública, mixta y privada.

En enero de 2016, la ministro de Seguridad Patricia Bullrich y Wolff fueron recibidos en Tel Aviv por el ministro de Defensa Avidgor Lieberman. Y en julio del mismo año, en Buenos Aires, se llevó a cabo un seminario auspiciado por Wolff, entre otros. Invitado especial: el coronel Uzi Moskovitz, referente de cyberseguridad del enclave neocolonial.

Parte III

Tras docenas de encuentros de reflexión y debates a lo largo y ancho del país, miles de judíos políticamente comprometidos “…con las mejores tradiciones nacionales, populares y democráticas de la República Argentina”, dieron a conocer en Buenos Aires el Llamamiento Argentino Judío (LAJ, mayo 2016).

El LAJ se dirige a las personas que se sienten identificadas con elementos de la tradición y la cultura judía (300 mil ciudadanos) e interpela a la Delegación de Asociaciones Israelitas (DAIA) y la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), instituciones manipuladoras que se arrogan su representación política.

El LAJ estima que la DAIA y la AMIA no los representa, pues a más de haber abandonado sus ideales laboristas, sindicales y de solidaridad originarios, ambas entidades fueron cooptadas por el neoliberalismo y la derecha conservadora “…que ven lo judío como algo mercantil, y no como la tradición de lucha, por ejemplo, de los partisanos durante la Segunda Guerra Mundial”.

A diferencia de otras épocas, aseguran, la AMIA sólo permite asociados judíos, en clara transgresión a la ley que impide la discriminación por género, religión o cultura. Mientras en la DAIA sólo 150 votantes desconocidos y sin peso en la sociedad eligen a 20 personas que aseguran representar a 300 mil argentinos judíos, habiendo llegado a negar, públicamente, el especial ensañamiento de los represores de la dictadura cívico/militar sobre los detenidos/desaparecidos de origen judío.

La resignificación de lo judío, para adecuarlo funcionalmente a los intereses de la ultraderecha israelí y estadunidense, llevó a que los adherentes del LAJ hicieran una elección distinta de los judíos que se sienten parte de la diáspora, así como de quienes se reivindican sionistas.

“Somos hijos de la rica tradición laica y militante de la identidad judía en el siglo XIX en adelante […] somos latinoamericanos, y no estamos esperando una tierra prometida; ya llegamos a ella […] Israel no es nuestra nación. Nosotros tenemos nuestra propia patria grande y existe desde ya dos siglos. Es en Argentina donde tenemos nuestro arraigo genealógico, y éste se remonta a 120 años.”

Con una concepción amplia y moderna del judaísmo, el LAJ sostiene que ser argentino es parte de la patria grande, tal como la soñaron nuestros próceres, tal como la quisieron San Martín, Artigas y Bolívar. Asimismo, observa: No existe el judaísmo como una unidad monolítica, sino tantos judaísmos como judíos que asumen su condición de tales.

El judaísmo –añade– es más que una religión. “Nadie puede andar con el ‘judeómetro’, arrogándose la potestad de decir quién es y quién no es judío […] tampoco podemos sostener criterios anacrónicos como la herencia por vía materna, o la certeza de tener ascendientes judíos […] No hay ni puede haber una definición cerrada, unívoca y definitiva del ser judío […] La diversidad, lejos de ser un signo de debilidad, es un signo de fortaleza.

“A diferencia de las versiones filofascistas del judaísmo hegemónico y contemporáneo, nosotros no nos creemos ni necesitamos que nuestra forma de concebir la identidad judía se defina a partir de la negación del otro, como lo hace la derecha sionista respecto al judaísmo crítico...

“La derecha sionista hace oídos sordos a las críticas que denuncian su carácter criminal y terrorista de esta en las prácticas ejecutadas sobre el pueblo palestino, y las acalla con la acusación espuria de ‘antisemita’ o ‘autoodiante’.”

Sigue: Somos la continuidad de los inmigrantes fundadores de sindicatos, de anarquistas y socialistas, de radicales, peronistas, comunistas, de todos los luchadores populares y los 30 mil desaparecidos.

Con respecto al Estado de Israel, el LAJ sostiene que si bien es una realidad fáctica de hecho, rechaza la pretensión de ser el Estado de todos los judíos del mundo (Israel es el Estado de los ciudadanos israelíes, y nosotros somos ciudadanos argentinos).

Sin embargo, el LAJ condena los crímenes de lesa humanidad y repudia el terrorismo de Estado que Israel aplica sistemáticamente contra el pueblo palestino, en nombre de un supuesto derecho a existir que en las condiciones actuales ha tornado casi inviable la solución de los dos estados.

De todos modos, el LAJ dice que es menester denunciar el carácter criminal de lesa humanidad y filogenocida del régimen sionista neoliberal que hoy gobierna Israel, y que opera con total impunidad debido a la expresa complicidad y cobertura política que el gobierno de Estados Unidos le brinda en el Consejo de Seguridad de la ONU.

El Llamamiento Argentino Judío exige suspender la construcción y ampliación de los asentamientos, el desmantelamiento del Muro de Separación construido dentro de Cisjordania, fijar límites fronterizos con base en lo establecido por la ONU en 1967 con Jerusalén como capital de ambos estados, una solución justa para los refugiados y el uso del agua, y la liberación de todos los presos políticos palestinos.