Debate obsceno y parlamentario, Carrió vs. Stolbizer.

Por Antolín Magallanes
para Horizontes del Sur
Publicado el 10 de noviembre de 2017

     Hace unos días, asistimos a una de las nuevas bravatas a las que nos tiene acostumbrados Elisa Carrió, revelando los mecanismos del estado excluyente que se instala. En un desopilante y doliente discurso contra el “progresismo estúpido”, la legisladora salió a defender un proyecto que se supone viene a combatir el hambre. El mismo consiste en que aquellas cadenas de alimentación sostenidas por la supermercados, puedan hacer llegar alimentos a dos meses de su vencimiento a instituciones benéficas y ONGsEse concepto del derrame, disfrazado de buena predisposición hacia el que sufre el hambre, es bastante ilustrativo de lo que están produciendo las políticas económicas de Cambiemos en el país. Pero para paliar el hambre no hay un plan articulado desde las políticas públicas y queda frente a los ciudadanos la obscenidad de está pelea entre las paladines de la honestidad republicana.

   Carrió vs. Stolbizer o Stolbizer vs. Carrió, dependiendo de cuál de las dos juegue de local en TN o “Intratables”, porque nunca van juntas a trenzarse públicamente. Pero esta vez el Parlamento fue el lugar donde pudieron sostener la tenida y elevar el nivel de la política Argentina, generando un aporte de calidad y credibilidad hacia la ciudadanía. Para una, este proyecto ayuda a combatir el hambre, pero no se engarza con ninguna batería cierta de políticas públicas que demuestren esa voluntad, más bien suena a acción de marketing y lifting de buenas voluntades para demostrar sensibilidad gubernamental. Para la otra, “la progre estúpida” (en palabras de Carrió) el proyecto tiene un problema de logística, y el vencimiento de los alimentos puede darse en medio del reparto de los mismos. Observese la discusión que se lleva a adelante sobre un tema tan delicado, como para merecer este tratamiento en los bordes del dolor y la falta de respeto por  quien sufre el hambre.
     Si nos remontamos al año 2010, y tomamos declaraciones de Juan Carr, encontraremos palabras como estás: “yo no discuto la pobreza pero el hambre sigue bajando”, dichas en un programa radial1. Tres años después, el día de la primavera del 2013, declara que “Argentina es un país que produce alimentos para 160 millones de personas y está a la vuelta del hambre cero”. Lo justificaba diciendo que en la última década “hubo una mejor distribución a través de las políticas del estado y de Caritas”2.
     Es decir, había una política pública, que si bien no centralizaba todos los recursos como el exitosísimo y ahora vaciado y en declive “Fome Cero” de Lula en Brasil, garantizaba la articulación de políticas nacionales, provinciales y municipales, dando ese resultado, a lo que se debía sumar el aumento en la producción de alimentos, más la acciones de un organismo como Caritas, pero inserto y complementando una definición clara de lo buscado, que no era otra cosa que terminar con el hambre.
   En aquel momento, cada 23 habitantes en la Argentina, uno no tenía garantizada su comida, en América Latina era de uno cada catorce, y en el mundo de uno cada siete; lo que arrojaba que en la Argentina se daba el doble mejor que en América Latina. Hoy el abismo del hambre se vuelve a hacer presente y nos pone frente a este tipo de filantrópicas propuestas, lejos de las tramas de las políticas públicas.
    Como vemos, la voluntad del emprendedurismo y la salida individual están generando nuevamente estragos en nuestra población. Quienes se pelean públicamente e instalan una falsa preocupación por aquellos que padecen los recortes en sus necesidades básicas insatisfechas, están dando solo obscenos debates. Lo patético es la búsqueda de una solución con aquellos formadores de precios que son parte, de los que “organizan el sistema que reparte el hambre y la miseria”,  como diría el poeta.
Notas: